En política se debe estar para defender las convicciones personales, no sólo por hacer lo políticamente correcto, o lo cómodo, o lo menos arriesgado. Esa ha sido siempre mi filosofía, y por eso he hecho bandera en estos años de defender la familia como centro de la política.

Cuando día tras día se observa cómo la ideología de género va expandiendo sus tentáculos en todos los aspectos de la sociedad, cómo diferentes partidos políticos, asociaciones e ideologías defienden fervientemente que “hablar de familia es hablar de una entelequia”, o que “hay que reemplazar las ideas y valores tradicionales de familia, maternidad, o de amor”, es cuando es más necesario que nunca ser fiel a las ideas y defender que la familia es el pilar básico de la sociedad, es decir, que sin familia no habría sociedad, pues viviríamos en una anarquía absoluta.

Para muchos, que anteponen el individuo a la familia, que quieren deconstruir hasta la idea de que hombres y mujeres somos diferentes debido a nuestro sexo, y que impulsan leyes que permitirán, por ejemplo, que niños y niñas en colegios, u hombres o mujeres, entren al baño “en función del sexo sentido”, es decir, en función de si deciden que quieren ser niños o niñas, la familia es el obstáculo que les impide llevar a cabo esa aberración, aunque sí, por desgracia, esa ley ya ha sido aprobada en el Parlamento de Navarra, con el único voto en contra del Partido Popular.

Creo fervientemente que, cuando hablamos de familia, tenemos que preguntarnos qué tipo de sociedad queremos, qué tipo de sociedad queremos dejar a nuestros hijos e hijas. Porque el tipo de sociedad depende, al cien por cien, del tipo de familia en el que les eduquemos. Parafraseando a San Juan Pablo II, “La familia es el lugar donde las personas aprenden por primera vez los valores que les guían durante toda su vida”.

Por eso es tan importante crear familias estables, darles a nuestros hijos lo que merecen, crecer en un hogar sin violencia, cargado de amor y respeto, que es la clave para el desarrollo de la personalidad y la estabilidad emocional. Les ayuda a crecer sanos y a convertirse en futuros ciudadanos adultos, responsables y comprometidos con la sociedad.

Y por supuesto, si hablamos de familia, no podemos olvidarnos de la importancia de la maternidad. Para algunos, la maternidad es un concepto “trasnochado”, luchan contra él dentro de esa ideología de género que busca acabar con “el papel de la mujer como madre”, porque afirman que quieren acabar con los roles entre hombre y mujer.

Tengo que reconocer que a veces no entiendo, por mucho que lo intento, el lenguaje que utilizan, o a qué se refieren. ¿Qué significan los roles? ¿Qué significa que la maternidad no debe ser un rol de la mujer?

Lo que hay que hacer, precisamente, es fomentarla, promoverla, ayudar a las mujeres a que sean madres, y protegerlas, a ellas y a sus hijos desde que son concebidos.

En eso es en lo que yo creo, y ese creo que debe ser el centro de la política: fomentar la maternidad y la familia. Porque si quiero, como no puede ser de otra manera, lo mejor para mi familia, ¿cómo no voy a querer y defender lo mejor para todas las familias navarras? Convertir la familia en el centro de la política es, ni más ni menos, que dar a la familia el valor que tiene. En eso creo y por eso trabajo.

Ana Beltrán Villalba
Presidenta del Partido Popular de Navarra