La evangelización es la proclamación del evangelio, de la buena noticia. ¿Cuál es la buena noticia? Que Dios es nuestro padre y nos ama infinitamente, tanto que nos ha dado a su Hijo, y este, que nos amó hasta el extremo, ha muerto y ha resucitado, nos liberó del pecado, del miedo a la muerte y de la muerte misma, no moriremos para siempre, nos ha dado la vida eterna y resucitaremos.

Todas estas maravillosas buenas noticias son las que la Iglesia quiere de nuevo anunciar y proclamar ante nuestro mundo secularizado, un mundo de tradición cristiana, que se ha vuelto reacio al mensaje evangélico. Y para esta nueva oleada evangelizadora, la Iglesia quiere la participación de una nueva categoría de anunciadores, que se sume a los evangelizadores de las oleadas anteriores, los apóstoles y obispos de la oleada primera, los monjes en la Edad Media, y los frailes en la evangelización de los Nuevos Mundos en la Edad Moderna. Cada nueva categoría de anunciadores no sustituye a las anteriores, sino que se trata de un nuevo componente del pueblo de Dios que se une a los otros, permaneciendo siempre los obispos, con el Papa a la cabeza, como guías autorizados y responsables, en última instancia, de la tarea misionera de la Iglesia.

Los protagonistas de este período de nueva evangelización son los seglares, los laicos. Su papel lo trató el concilio Vaticano II y después Pablo VI, Juan Pablo II y sus dos sucesores. La constitución Lumen Gentium ya nos dice que los seglares no son simples colaboradores, son portadores de carismas, con los que son aptos y están prontos para ejercer las diversas obras y tareas que son útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia. Los antecedentes están ya en el evangelio, cuando se nos dice que Jesús designó a otros setenta y dos y los envió por delante de él para que dieran la buena noticia de que el reino de Dios estaba cerca; y a un joven que quería irse con él le dijo que volviera a su casa y que contase a todos lo que Dios había hecho con él. San Gregorio Magno, al comentar que los mandó ir de dos en dos, dice que lo hizo para que dieran testimonio de la señal de los cristianos, el amor de unos a otros. Y esto que vale para todos, vale de modo especial para los padres de familia, que evangelizan a sus hijos, vecinos y parientes, dando testimonio con su amor mutuo.

Benedicto XVI en 2011 dijo que la nueva evangelización es inseparable de la familia. Y el Papa Francisco, en el angelus, que rezó con todas las familias reunidas en Madrid en la fiesta de la Sagrada Familia, las animó a tomar conciencia de la importancia que las familias tienen en la Iglesia y en la sociedad. El anuncio del Evangelio pasa ante todo por las familias, para alcanzar después los diversos ámbitos de la vida cotidiana.
Y en la oración, que ha redactado para que recemos por los buenos frutos del próximo Sínodo de los Obispos que tratará sobre la familia, invoca así a Jesús, María y José:
… Sagrada Familia de Nazaret, haz que también nuestras familias sean lugares de comunión y cenáculos de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas… Jesús, María y José, escuchad y atended nuestra súplica. Amén.

Edita: Fernando Martín